No debo andar muy equivocada cuando digo que casi cualquier peluquero y, sobre todo, barbero, sabe quién fue Fígaro.
Pero, ¿conocemos realmente la auténtica historia de Fígaro? Hoy voy a compartir con vosotros todo lo que he descubierto de este personaje –supuestamente– de ficción.
Se cree que Fígaro fue un barbero que vivió en Sevilla y que regentaba una barbería en la calle Santander, cerca de su desembocadura con la Avenida de la Constitución. Con estas coordenadas me fui a Sevilla buscando este lugar, donde descubrí con pena que su local había sido derribado y reemplazado por un edificio en el que hay una placa conmemorativa en cerámica de Pickman –la cual, por cierto, me costó una barbaridad encontrar–.
El dramaturgo francés Pierre-Agustín de Beaumarchais creo Fígaro a partir de la obra de Cervantes ‘El celoso Extremeño’. Escribió una trilogía en la cual el autor transforma al personaje dándole mayor importancia. Esto lo hace para poder exaltar a la clase media frente a la alta sociedad. También, porque en esta historia la protagonista, tal y como era habitual en esa época, es obligada a casarse a través de un matrimonio de conveniencia. En la obra, Fígaro, convertido en defensor de la libertad, trata de evitar el casamiento.
Posteriormente, algunos músicos encuentran en esta historia su inspiración y se componen las conocidas óperas. La más famosa es «El Barbero de Sevilla» de Rossini. Fue estrenada en 1816 y basada en la primera parte de la trilogía. Después, vendrán «Las Bodas de Fígaro» de Mozart inspirada en la segunda y estrenada en 1786. Y, por último, la tercera » La Madre Culpable» de Darius Milhaud estrenada en 1966.
Buscando la barbería de Fígaro, descubrí que la capital andaluza tiene una ruta turística llamada «Sevilla, ciudad de Ópera». Y es que, curiosamente, esta maravillosa ciudad ha sido elegida por distintos compositores y libretistas como lugar de ambientación de más de 100 óperas universales.
En 1992 en la Expo se construyó un teatro de la Ópera: El Teatro de la Maestranza. Junto a éste, se instaló un monumento a Mozart subiendo a una silla con su violín en la mano. Es una preciosa estatua de bronce en honor a este compositor de «Las Bodas de Fígaro», que mencionó en sus textos a la capital hispalense. Si os puedo confesar algo, diré que personalmente, creo que el mérito se lo tendría que haber llevado el libretista quien, en realidad, escribió los textos.
Y qué mejor excusa para despedirme de Sevilla quedar con tres barberos, como el protagonista de mi post.
Muy bien acompañada, con Virginia y Chari Argüelles «Las Barberas de Sevilla» y Jordi Pérez de «La Barbería de Gracia».